En mi modesto historial por montaña he tenido el placer de haber hollado las cumbres de Aneto, Mulhacén, Monte Perdido, Taillón o Besiberri Sur entre otras, pero el pasado 29 de diciembre afronté la etapa de mayor desnivel acumulado que he realizado hasta el momento, y la verdad es que veo complicado superar a corto plazo los alrededor de 2.800 metros de desnivel positivo superados aquel día.
Sin embargo, espero algún día hacerlo. A corto plazo mi gran objetivo es la maratón. Me quedan todavía muchas cosas por hacer en asfalto, pero sí que reside en mi cabeza la idea de llegar a ser ultrafondista en montaña una vez que haya cumplido todos mis retos en la carretera. Para eso falta bastante aún. Sólo es una declaración de intenciones.
Según nuestros cálculos, la travesía podría llevarnos entre 10 y 11 horas, por lo que comenzamos la marcha a algo más de las 8 en punto de la mañana. El punto de salida se encontraba algo más al interior de Callosa d’En Sarrià.
Procederíamos a ascender a L’Aixortà vía Barranc Negre. Hasta la cumbre se superan unos 600 metros de desnivel en alrededor de hora y media. La gran estrella del amanecer era el Bernia, que nos ofrece su mejor aspecto si lo observamos desde esta zona del interior de la provincia.
La panorámica desde la cumbre de L’Aixortà es posiblemente la mejor de la provincia. La vista llega a alcanzar Bernia, Puig Campana, Serrella, Aitana, Serra Gelada… incluso podemos divisar a lo lejos Ibiza, si la climatología lo permite.
Sin pararnos demasiado tiempo iniciamos el descenso, ya con nuestro lejano destino final ante nuestros ojos. La siguiente estación es el alto del Castellet, que a 1.051 metros de altitud alberga las ruinas de un castillo, siendo para mí uno de los lugares más bonitos de la provincia.
La vista desde aquí es también impresionante, con el embalse de Guadalest a nuestros pies. Aprovechamos para comer algo y beber agua tras algo más de tres horas de camino. Aún queda lo más duro, tres de las cumbres más altas de la provincia.
Ante nosotros tenemos el imponente Barranco de la Canal. Desde lejos impresiona, pero desde dentro lo hace mucho más al comprobar las proporciones de las paredes que lo encierran. Conforme vamos ascendiendo, L’Aixortà y el Castellet van empequeñeciendo tras nuestros pasos.
Tras casi cinco horas y alrededor de 1.700 metros de desnivel acumulado (según mis estimaciones), alcanzamos la cumbre de la Mallà del Llop, a 1.360 metros sobre el nivel del mar.
La siguiente parada será en el punto más alto de la Serrella y el cuarto de la provincia, el Plà de la Casa, a 1.379 metros. A mitad de camino entre las dos cumbres nos tomamos un buen descanso, ya que en este punto las fuerzas empezaron a fallar. Tardamos alrededor de dos horas en enlazar las dos cumbres y la verdad es que se hizo bastante dura la ascensión, puesto que posee un tramo bastante exigente.
Por suerte ya sólo nos quedaba lo menos duro. Un descenso bastante rápido para enlazar con la pista que ascendería hasta la cumbre de la Serrella a 1.359 metros tras alrededor de 2.800 acumulados. Al echar la vista atrás se podía observar lo lejana que quedaba ya L’Aixortà. Parecía que habían pasado días desde que habíamos estado allí.
Desde la cumbre mi hermano y yo contemplamos con satisfacción el camino recorrido. Mis pies me decían que muy bonita la satisfacción, pero que la próxima vez me quedase en casa viendo pelis tumbado en el sofá.
Mientras anochecía iniciamos el descenso hasta el puerto de Confrides, donde nos espera el coche escoba. Llegamos al coche de noche tras 9h 50′ de travesía.
No creo que vuelva hacer este recorrido del tirón jamás. Sin embargo es una de las cosas más bonitas que he hecho, tanto por el nivel de exigencia como por el recorrido.
Me permitió por fin comprender por qué la Serrella es para mucha gente la más bonita de las montañas de Alicante. Hasta entonces había ascendido por separado a la Mallà y al Plà de la Casa, pero no me habían parecido gran cosa dichas ascensiones. Pasar tantas horas y kilómetros atravesándola me permitió descubrir nuevas zonas y disfrutar más a fondo sus vistas.
Una experiencia irrepetible.