Costa oeste de Irlanda – Abril 2012

Unos 5 días antes de tomar el vuelo que nos llevaría hacia el aeropuerto de Knock, me encontraba yo comprando los billetes de avión, alquilando el coche y reservando alojamiento para las tres noches que pasaríamos en la isla esmeralda. Sin duda se trata del viaje al extranjero más improvisado que he hecho. Aunque no sé si improvisado es la mejor palabra, ya que sobre el papel conocía la zona relativamente bien desde hacía meses.
Tanto mi hermano como yo teníamos muchas ganas de visitar la costa oeste de Irlanda desde hacía tiempo, así que viendo que había un vuelo de ida y otro de vuelta perfectos para escaparse en semana santa, nos tiramos a la piscina.
Desde el aeropuerto partimos con nuestro Toyota Corolla alquilado hacia el condado de Clare, concretamente hasta la localidad de Lisdoonvarna, donde haríamos noche a unos diez minutos de los Cliffs of Moher. El viaje fue mi primera experiencia conduciendo por la izquierda. Unos 1.000 kilómetros en los que me lo pasé genial al volante.
En esta etapa -de unas dos horas de trayecto- nos encontramos con dos puntos a destacar: El castillo de Dunguaire y las primeras panorámicas de The Burren. Por supuesto el cielo estuvo gris durante prácticamente la totalidad del viaje. No hubo tiempo para más, puesto que el vuelo creo recordar que llegó sobre las 5:30 de la tarde.

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A la mañana siguiente llegamos muy pronto a los acantilados de Moher. Tan pronto que el aparcamiento nos salió gratis porque no habían entrado a trabajar todavía los empleados. Poco puedo contar de estos impresionantes acantilados. Pese a que con lluvia -como fue nuestro caso- la zona es peligrosa, es una pena que hayan vallado el acceso al borde. Me parece que le resta impacto al lugar. Cada uno debe ir allí bajo su propia responsabilidad. Si hubiéramos estado solos me hubiera saltado la valla, pero comenzó a llegar gente y no me atreví. Desde Cliffs of Moher se llega a vislumbrar las islas Aran, a las que iríamos al día siguiente.

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Tras más de una hora por los acantilados, reemprendimos la marcha con la intención de alcanzar la punta en la que finaliza el condado de Clare, Loop Head. En nuestro camino paramos en un par de playas. Había que aprovechar el mejor tiempo que tendríamos en todo el viaje, auque eso sí, nada de bañarse en el atlántico.

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Loop Head es un lugar increíble que descubrí la noche anterior mientras leía mi guía de Lonely Planet. Cuando llegamos allí no teníamos ni idea de lo que nos íbamos a encontrar. Es tan impresionante y casi tan bonito como Cliffs of Moher. Además aquí sí que estábamos completamente solos.

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Desde Loop Head volvimos a la localidad de Kilkee para comer. En el extremo sur del pueblo se encuentran los acantilados del mismo nombre. Nosotros no nos adentramos demasiado en el camino que los recorría. Ahora veo las fotos por Internet de lo que se escondía por allí y me tiro de los pelos. El caso es que no las había visto hasta que me he puesto a escribir hoy. La ignorancia es la felicidad.

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Como se puede ver en las fotos, la climatología fue bastante amable con nosotros aquel día. De vuelta al Burren las cosas volvieron un poco a la normalidad. El paisaje casi lunar que nos ofrece la zona resulta bastante peculiar. En medio de esta calzada gigantesca de roca se encuentra el dolmen de Poulnabrone. Se estipula que este monumento funerario tiene entre 5.000 y 6.200 años de antigüedad.

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Nuestra última parada del día, donde dormiríamos, sería Galway. Esta pequeña y bonita ciudad irlandesa alberga dos universidades, lo que se nota en el ambiente de sus calles. Por cierto, creo que no se me ocurre mejor momento ni lugar para estrenarse con una Guinness, ¿verdad?

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A la mañana siguiente nos dirigimos a Rossaveel, desde donde parte el ferry que conduce a Inishmore, la más grande de las Islas Aran. Cuando íbamos hacia el ferry, me volví al coche para ponerme el pantalón de correr debajo del vaquero porque hacía frío. Menos mal que lo hice, sobre todo teniendo en cuenta la que nos caería después.
En Inishmore alquilamos unas bicis para recorrerla. Al principio íbamos con el casco, pero pese a la inmensa cantidad de coches que surcaban las carreteras de la isla, decidimos arriesgar la vida y quitárnoslo.

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Por supuesto no había casi ningún coche en una isla de menos de 15 kilómetros de largo. Lo que sí que había era una variada fauna, donde brillaban por encima del resto los atractivos cuerpos de las focas.

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Resulta muy agradable pasear por la pequeña isla, en la que prácticamente no hay habitantes y en la que, salvo en la zona portuaria, parece que el tiempo se detuvo hace décadas.

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Prácticamente en el centro de la isla se encuentra la fortaleza prehistórica de Dun Aengus. Lo impresionante de la zona no es el fuerte en sí, de casi 4.000 años de antigüedad, si no el impresionante acantilado sobre el que se encuentra situado y las maravillosas vistas que se obtienen de la isla desde este estratégico punto.

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Mientras descendíamos comenzó a llover, por lo que decidimos meternos en un restaurante situado al comienzo del camino que sube a la fortaleza. Tanto mi hermano como yo nos decantamos por un estofado de Guinness y he de decir que es de las cosas más buenas que me he comido por el extranjero. ¡Buenísimo! En Letterfrack mi hermano se pidió otro, pero ni por asomo se le acercaba al de Inishmore.

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Una vez devorada la comida, decidimos reemprender la marcha pese a que llovía, puesto que sabíamos que era muy difícil que la meteorología mejorase. De hecho ya no lo haría en todo el resto del viaje. Aún así no esperábamos que el cielo tuviese tan poca clemencia con nosotros. No paró de llover de forma contundente hasta que abandonamos empapados la isla. Mi humor se vio seriamente afectado a causa del paseito en bicicleta bajo semejante aguacero, por lo que no disfruté demasiado las últimas dos horas que estuvimos en la isla.

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Visitar Inishmore me parece absolutamente imprescindible si se está por la zona. Una gozada poder recorrer la isla en bici, aunque lo que resulta especialmente destacable es la visita a Dun Aengus.
Una vez que bajamos del ferry, cuyo trayecto duraba unos 45 minutos, nos subimos al coche y fuimos rumbo a Letterfrack, la población en la que comienza el parque nacional de Connemara. Llegamos ya de noche, por lo que cenamos y prácticamente nos fuimos a la cama después de la extenuante visita a Inishmore.
El último día del viaje el despertador sonó a las 6 de la mañana. Aquella fue la primera vez que salía a correr en un viaje. El trayecto lo tenía bien estudiado. Unos 5 kilómetros desde el pueblo hasta la abadía de Kylemore y otros tantos de vuelta. Recorrer las carreteras vacías por el interior del parque nacional, alcanzar la abadía y contemplarla totalmente solo fue algo realmente único. Mientras disfrutaba del lugar, comenzó una tremenda tromba de agua que me acompañó durante la casi media hora de regreso, lo que hizo aquel entrenamiento todavía más memorable si cabe. Recuerdo entrar en la habitación del hotel chorreando y como mi hermano me decía que estaba loco. Sin embargo, yo tenía una sonrisa de oreja a oreja. Acababa de tener una de las mejores experiencias de mi vida.
Tras la pertinente ducha y un merecido desayuno continental, estuvimos algunas horas recorriendo las carreteras que atraviesan el parque nacional. Unas dos horas más tarde de la primera visita, volví a Kylemore, pero esta vez con paraguas. Hubiera estado bien planear alguna excursión por el parque, pero no teníamos demasiado tiempo porque teníamos que ir dirigiéndonos hacia Knock.

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Antes de ir a Knock nos acercamos a Sligo, una localidad situada a menos de 50 kilómetros de Irlanda del Norte, en la cual visitamos la tumba de Yates y pudimos contemplar el peculiar Ben Bulben. Durante el lluvioso trayecto recuerdo conducir mientras en una radio irlandesa ponían Born to Run de Springsteen y Wheels de Foo Fighters. Dame un volante y «mi» música y seré muy feliz

OLYMPUS DIGITAL CAMERATras esta corta visita tocaba ir finalmente a Knock, dónde nos esperaba el avión que nos llevaría de vuelta a Alicante tras tres frenéticos días. Los suficientes para cogerle cierto aprecio a la isla.
Espero volver a Irlanda para pasar un par de días en Clare (y así verlo con más tranquilidad), visitar la península de Dingle y el anillo de Kerry. Aún así dudo que realice ese viaje a corto plazo. Tengo muchos otros viajes pensados antes de repetir en la isla esmeralda. Lo que sí que me gustaría realizar más temprano es un viaje para pasar un St.Patrick’s Day en Dublín.
Por cierto, termino esta entrada después de haberme tomado una pinta de Guinness hace un par de horas. Lovely day for a Guinness!

Un pensamiento en “Costa oeste de Irlanda – Abril 2012

  1. Holla…..pues presupueste usted es uno viageiro mui interessante…..yo tnbien lo queria conhecer todos esses hogares….pero solo tengo tiempo para Dublin ciudad e una excursion de uno dia……pero lo pienso sempre a esses hogares divinos junto al mar. Muchas gracias lo me quede encantada com su descricion. Maria – Faro- Algarve- Portugal

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