Este fin de semana he comenzado la búsqueda de piso. He pasado más de 6 horas filtrando ofertas de habitaciones y enviando correos. He analizado la franja de 200 a 330 euros por una habitación, y me parece que el tema está algo complicado. Sólo tengo dos requisitos: no se fuma en las estancias comunes y me gustaría vivir cerca del centro. El mayor problema que existe es que un porcentaje muy elevado de la gente pone como requisito ser del sexo femenino. Si a eso le sumamos las franjas de edad que no cumplo, no ser vegetariano, no querer convivir con niños o no querer establecer una tarde a la semana para hablar de política (lo juro, había un piso en el que era requisito), el círculo se cierra bastante en ese segmento de precios.
Mañana empezaré a mirar el segmento de 340 a 400 euros de pisos compartidos, los estudios de 30 metros y barrios más lejanos al centro de los que he mirado. En definitiva, parece que esta semana voy a tener entretenimiento de sobra con la materia.
Mientras sigo dando pasos para establecerme en la ciudad, paralelamente trato ir empapándome de ella poco a poco.
Hace un par de días pasé la tarde tranquilamente en Potsdamer Platz. Se trata de un lugar que ha sufrido de primera mano la turbulenta historia reciente alemana. A principios del siglo XX se trataba de una bonita plaza, uno de los puntos más importantes de Berlín, algo que hoy en día vuelve a ser. Durante la segunda guerra mundial fue completamente arrasada, como gran parte de la ciudad. Con la construcción del muro pasó a formar parte de la tierra de nadie situada entre los dos muros fronterizos. Tras la caída del muro, se celebró allí el famoso concierto de Roger Waters representando el The Wall. La reconstrucción de la ciudad trajo consigo una nueva y moderna Potsdamer Platz. Habrá gente a quien le guste mucho. Yo personalmente hubiera preferido algo mucho más fiel a la historia del lugar. Supongo que ese suelo era demasiado valioso como para hacer edificios bajos y zonas verdes.
Volviendo a mi visita, ese día no estaba allí por casualidad. Los jueves por la tarde a partir de las cuatro el museo del cine y la televisión es gratuito.
La exposición permanente no está nada mal, aunque la recordaba mejor. Muestra demasiados papeles de escasa relevancia artística, principalmente cartas. Tampoco entiendo por qué se le da tanta importancia a Marlene Dietrich en comparación con dos genios de la historia del cine como son F. W. Murnau y -sobre todo- Fritz Lang. Sé que hay bastante de Metropolis, pero Fritz Lang es muchísimo más.
Con lo que he tenido una suerte tremenda ha sido con la exposición temporal. Nada más y nada menos que sobre Martin Scorsese, mi director favorito junto a Stanley Kubrick. Esta exposición sí que es realmente genial. Varias veces se me pusieron los pelos de punta. Poder ver storyboards originales (realizados a mano por Scorsese) de escenas clave de Taxi Driver, Goodfellas o Raging Bull; así como -por ejemplo- la nota original que le deja Travis a Iris al final de Taxi Driver, me impresionó más de lo que hubiera imaginado. Fue una tarde para el recuerdo para un amante de la filmografía del neoyorkino como es mi caso.
Ayer domingo fui a dar una vuelta por la tarde. Prácticamente la totalidad de los sitios que visité eran lugares que no pisé cuando estuve en la ciudad en 2008. La primera parada fue en el monumento soviético a los caídos en la batalla de Berlín, situado en el Tiergarten.
La arquitectura soviética no es que sea precisamente llamativa, pero creo que merece la pena visitar un lugar dedicado a tan histórico acontecimiento. Se encuentra situado muy cerca del Reichstag y de la puerta de Brandemburgo.
Desde allí me dirigí a Potsdamer Platz, donde junto al museo del cine se encuentra una cafetería dedicada a uno de los grandes directores de la historia del cine, un polaco de nacimiento que rodó una magnífica comedia ambientada en Berlín: One, Two, Three .
En la plaza se encuentra el mirador Panoramapunkt, que se eleva a más de cien metros de altura, por lo que las vistas son realmente interesantes. En este lugar comenzó a nevar considerablemente, como se puede observar en las fotos, y ya prácticamente no pararía durante el resto de la tarde.
Tras bajar del tejado en el ascensor más rápido de Europa, fui hacia la Topographie des Terrors. Se trata de un museo dedicado a recordar las atrocidades cometidas por las SS y la Gestapo. En la entrada del museo se encuentra un trozo intacto del muro. Entrar es gratis, ya que se pretende difundir los hechos lo máximo posible. A mí me hierve la sangre en estos sitios. Recuerdo especialmente una foto de varios hombres y mujeres del personal de un campo de exterminio (creo que Auschwitz) posando y sonriendo ante la cámara mientras disfrutaban del verano a escasos kilómetros del campo. ¿Realmente eran humanos? Cuesta creerlo.
Retornando para coger el metro decidí acercarme hasta el Checkpoint Charlie, al que no fui en mi primera visita a la ciudad. Nevaba considerablemente en ese momento.
El último lugar en el que me paré fue en la Gendarmenmarkt, una bonita plaza situada en el centro de Berlín.
Eso fue todo. Tengo ya planeadas mis próximas dos salidas. Mientras tanto a seguir buscando techo y a empezar a buscar trabajo. Y dentro de un par de meses un poco de rock n’ roll.