Alicante y Tours se encuentran separadas por cerca de 1.400 kilómetros. Han pasado casi dos años del día en el que unos amigos y yo partimos hacia dicha localidad francesa para visitar a un buen amigo que estaba de erasmus. Como el viaje era demasiado largo para hacerlo en una jornada, hicimos noche en una localidad cercana a Pamplona. Llegamos a Tours a la hora de comer de la mañana siguiente. La pequeña ciudad se encuentra situada en el centro del valle del Loira, por lo que es un magnífico punto de partida para visitar la zona.
Este valle, surcado por el río con el mismo nombre, es famoso por los numerosos castillos que lo pueblan, algunos de ellos realmente bonitos. Uno de esos bellos castillos fue nuestra primera parada del viaje, el château d’Azay-le-Rideau. Esta construcción de principios del siglo XVI es sin duda uno de los castillos más destacables de todo el valle.
La siguiente parada fue el castillo de Villandry. Lo interesante del lugar no es la residencia en sí, si no los jardines que lo rodean. Para poder acceder al recinto del castillo y los jardines había que pasar por caja, como en prácticamente la totalidad de los castillos del valle.
Como aún teníamos varias horas de luz, decidimos continuar la visita, acercándonos hasta el castillo de Ussé. En él se basó -supuestamente- el autor de la Bella Durmiente para el diseño del castillo. La entrada era considerablemente cara, por lo que decidimos apreciar sus torres desde fuera del muro.
La última visita del día sería a Langeais, que alberga en su centro otro castillo. Al estar rodeado de casas, era imposible obtener una vista completa de éste.
El segundo día estaría también dedicado a recorrer el valle, visitando varios castillos durante el trayecto. Por suerte los castillos más famosos de la zona están relativamente cerca de Tours. La primera parada sería en Amboise, un pueblo que alberga un castillo de grandes dimensiones. También se encuentra aquí la residencia de Clos Lucé, donde vivío Leonardo Da Vinci (2ª foto). Desde la carretera que recorre el valle se divisa el castillo de Chaumont (3ª foto).
Después de comer en Amboise, nos dirigimos al que para mí es el castillo más bonito del valle: Chambord. Lo que sí es un hecho es que se trata del castillo más grande de todo el valle del Loira.
Desde Chambord fuimos hasta el castillo de Cheverny, en el que se inspiró Hergé para dar residencia al capitán Haddock.
Para el final dejamos uno de los castillos más remarcables del valle, el de Chenonceau. Lamentablemente se encontraba en obras por aquellos días, por lo que se perdió una parte del impacto que genera su visión sobre el río.
El tercer día lo pasamos tranquilamente por las calles de Tours, una bonita ciudad en la que destacan su catedral y su plaza principal.
Nuestro último día en Francia lo dedicamos a Normandía. Recuerdo que ese día hicimos más de 800 kilómetros en una ruta circular que tenía Tours de punto de partida. Salimos bien temprano y llegamos ya de noche a la ciudad, pero mereció la pena.
La primera parada de la ruta fue uno de los lugares más conocidos del país: Mont Saint-Michel. Resulta impresionante ver este precioso pueblo construido sobre una formación rocosa que se alza entre kilómetros de playa. Lo único malo que tiene es la cantidad de turistas que inundan sus estrechas calles. Pero claro, yo también era un turista, ¿no? No puedo quejarme. La próxima vez hay que intentar estar allí algunas horas antes.
Aquí mis amigos me incitaron a infiltrarme en un grupo de japoneses, ya que decían que con mis rasgos pasaría desapercibido. Creo que no fue el caso.
Desde Saint-Michel recorrimos una gran cantidad de kilómetros para llegar a las que probablemente sean las playas más históricas y conocidas del planeta. En ellas ocurrió el 6 de junio de 1944 uno de los acontecimientos más importantes del siglo XX.
Llegamos pasadas las 6 de la tarde, por lo que lamentablemente no pudimos entrar al imponente cementerio en el que se encuentran sepultados los millares de americanos que perdieron la vida aquel día. Al llegar tan tarde, pudimos visitar prácticamente solos tan histórico lugar. Eso sí, durante la visita nos acompañaron un frío y un viento considerables. Fue sin duda toda una experiencia.
Mi inseparable compañero en las carreteras, con el que he realizado 50.000 kilómetros en tres años, bien se merecía una foto en este histórico lugar tan lejano a casa.
En nuestro descenso de vuelta a Alicante decidimos realizar la necesaria parada en una de las ciudades más bonitas del norte de España. Fue una pena no pasar más tiempo en ella, pero un servidor tenía volver a trabajar más pronto que tarde.
Tanto el valle del Loira, como Normandía y Donostia son lugares que merecen ser visitados estando tan relativamente cerca de Alicante. Lo ideal hubiera sido que el viaje hubiera durado tres días más, dedicándole cada uno de ellos a cada uno de los tres sitios.