Mi primera visita Polonia fue a la que es considerada como la joya del país: Cracovia. Desde entonces lamentablemente no he regresado al país, aunque antes de finalizar el verano es muy probable que vuelva, teniendo en cuenta lo fácil que me resultará desde Berlín. Además, el señor Zloty -la moneda del país- no tiene precisamente la fuerza de Chuck Norris, por lo que resulta bastante asequible la estancia en Polonia.
El centro histórico de Cracovia es patrimonio de la humanidad de la UNESCO. No es para menos, alberga una de las plazas más bonitas de todo el viejo continente. Rynek Główny (la Plaza del Mercado) es la plaza medieval más grande de Europa. El alojamiento estaba frente a la ópera, a escasos diez minutos andando de dicha plaza.
La basílica gótica de Santa María es, junto al propio mercado, el foco de atención de esta gigantesca plaza. Como he comentado anteriormente, me parece uno de los puntos más bonitos de toda Europa.
El otro gran punto de interés de la ciudad es su bonito castillo. Tiene diversos puntos de interés. Desde el campanario de la catedral de San Wenceslao se obtiene una gran vista de la ciudad. Existe un pasaje por la cueva del dragón de Wawel, al cuál -según la leyenda popular- venció el príncipe Krakus, creador del castillo y fundador de la ciudad.
La ciudad no es muy grande, por lo que es perfecta para hacer una corta escapada. Estuve únicamente 48 horas en el país, así que hubo que elegir entre ir a las minas de sal de Wieliczka o Auschwitz. Las minas fueron las elegidas. Ya entonces hubiera preferido realizar la escalofriante visita al tristemente famoso campo de exterminio. La visita a Wieliczka no hizo más que reafirmar mi pensamiento. No están mal, tienen algún punto bastante interesante, pero el ambiente turístico que desprenden no me gustó nada. Si se está bastantes días por la zona no dejan de ser recomendables. Todo lo que aparece en las fotos (salvo elementos de tela, madera, etc.) está hecho con sal, incluidas las lámparas.
La mañana siguiente comenzaba en la universidad, lugar en el que estudió Copérnico a finales del siglo XV. Una visita bastante recomendable. Como amante del cine, me gustó mucho ver reunidos los cuatro grandes premios que se otorgan en el mundo del celuloide, todos ellos concedidos a Andrzej Wajda.
Desde la bonita Torre del Ayuntamiento, situada en la Plaza del Mercado, se obtiene una gran panorámica de la ciudad. Tras descender de la torre, era el turno de disfrutar del impresionante interior gótico de Santa María.
En la parte norte del centro se encuentran la ópera y la Barbacana, una fortificación militar del siglo XV.
Esos días frente al castillo existía un mercado medieval.
Aquella tarde llovió ligeramente, lo que sirvió para disfrutar de un atardecer con una luz magnífica en la Plaza del Mercado. Esa noche durante la cena me sirvieron un chupito de vodka mientras disfrutaba del plato principal. ¡Qué majos!
Cracovia es una ciudad realmente bonita, de las que más me han gustado del viejo continente. Una de esas joyas no demasiado conocidas que se encuentran en Europa.