A menos de una hora en tren del centro de Berlín se encuentra uno de los primeros campos de concentración del Tercer Reich. Sachsenhausen fue construido en 1936 y estuvo en activo hasta los últimos días de la guerra, algo lógico teniendo en cuenta su ubicación.
Para llegar al campo hay que tomar la línea S1. Cuidadito con el ticket del tren, ya que el recinto se encuentra en la zona C y he visto a la vuelta como ponían un par de multas en mi vagón. Desde la estación se puede llegar a Sachsenhausen andando durante algo más de 20 minutos, cogiendo un taxi por seis euros o tomando uno de los esporádicos autobuses.
Sólo quedan dos de las decenas de barracones que existían originalmente en el campo. También se conservan otros edificios como el depósito de cadáveres o la enfermería. Además, se reconstruyó una parte de la cárcel del campo de concentración.
En el vértice opuesto a la entrada del recinto se encuentra el monumento de homenaje a las víctimas. Detrás de éste está la anexión que se construyó cerca del final de la guerra y de la que sí que se conservan en perfecto estado sus barracones. La trinchera en la que fusilaban a miles de personas también se conserva en perfecto estado.
En las ruinas del antiguo crematorio se encuentra un mural de homenaje a las víctimas. Los nazis llamaban cínicamente a este lugar Estación Z, ya que era la última parada en la vida de miles de personas. No existe nada peor que un monstruo inteligente.
También se conservan algunos tramos originales de la alambrada que rodeaba el recinto.
Tras más de dos horas de visita abandonábamos el recinto. Pese a que por supuesto que no es un plato de buen gusto, no me ha resultado tan impactante como esperaba. Seguramente sea porque prácticamente no queda nada original en pie y porque no se trata de un campo de exterminio como Auschwitz. Visitar el campo polaco sí que tiene que ser una experiencia extremadamente perturbadora.
En definitiva, se trata de una interesante dosis del episodio más triste de la historia reciente de Europa. Todavía hoy me parece irreal la increíble frialdad con la que los nazis planificaron y perpetraron tan monstruosas y deshumanizadas acciones.