Si estoy en Alemania el próximo invierno, algo me dice que no me parecerá tan maravilloso ver toda una ciudad llena de nieve, como sí lo hizo cuando visité estas dos ciudades del este de Europa.
El avión desde Alicante partía a la capital de Eslovaquia, Bratislava. Como es una ciudad relativamente pequeña, con una mañana basta para ver su centro histórico. Lamentablemente he de decir que es una ciudad escasamente atractiva. Lo mejor sin duda, los precios. La ciudad quedó bautizada como Gratislava tras comer por seis euros dos platos y bebida en un buen restaurante del centro. Pese a que la moneda es el euro, acababan de entrar en la Unión Económica y Monetaria. Seguro que ahora ya no es tan asequible.
Budapest se encuentra a unas dos horas en tren de Bratislava, o eso es lo que creo recordar. El precio del trayecto era de risa: 8 euros por persona, eso sí que lo recuerdo bien. De todas formas, no es oro todo lo que reluce. El tren, que venía desde Berlín y había parado en Praga, llegó con dos horas de retraso a la estación.
Los florines húngaros hacen que Bratislava parezca cara al lado de la capital de Hungría. Además, Budapest sí que es una ciudad realmente interesante. El Danubio separa las antiguas ciudades de Buda y Pest. Éstas se unieron en 1873 para formar la ciudad actual. En Pest, el lado oriental de la ciudad, destacan el maravilloso parlamento y la Basílica de San Esteban.
El Puente de las Cadenas se levanta sobre el Danubio para conectar el Castillo de Buda con la basílica. La mejor panorámica de la ciudad se obtiene desde las faldas del castillo.
Lo que hace realmente destacar al castillo es su posición elevada sobre el Danubio, lo que permite disfrutar de grandes vistas de ambos lados del río.
El Bastión de los Pescadores es otro de los puntos de interés de la ciudad.
A su lado se encuentra la bonita Iglesia de San Matías. Lamentablemente ésta se encontraba en obras por aquel entonces. Al descender hasta la orilla del Danubio se obtiene la mejor perspectiva del parlamento húngaro.
Toda esta zona es patrimonio de la humanidad de la UNESCO. La avenida Andrássy obtuvo también esta categoría en 2002. Esta larga avenida se extiende prácticamente desde el Danubio hasta la Plaza de los Héroes. Junto a dicha plaza se encuentra el Museo de Bellas Artes.
Justo detrás de la plaza comienza el parque de Városliget. En él destaca el Castillo de Vajdahunyad. Las distintas partes que lo conforman fueron construidas siguiendo diferentes estilos arquitectónicos, por lo que resulta una construcción bastante peculiar e interesante.
A la mañana siguiente tocó madrugar para visitar el interior del parlamento. En aquel momento se podía reservar el acceso en la misma entrada. De cualquier modo, estamos hablando de febrero. Seguro que en verano es recomendable hacerlo con varios días de antelación.
Desde allí fuimos recorriendo el centro hacia los baños de Gellert. De camino a los baños se encuentra la Gran Sinagoga de Budapest. La piscina central de los baños es realmente bonita, como podréis observar si buscáis algunas fotos. El gran problema es que en febrero el agua de ésta estaba bastante fría, por lo que yo apenas aguanté unos pocos segundos en su interior. Por suerte junto a la piscina sí que se encuentra otra de agua caliente. Tras esta visita obligatoria a uno de los múltiples baños de la ciudad, el siguiente destino fue el Museo de Bellas Artes. La colección no resulta especialmente remarcable comparada con otros muchos museos de Europa.
A la mañana siguiente, antes de partir de vuelta a Bratislava para coger el vuelo de regreso a Alicante, tuvimos tiempo de visitar el Mercado Central. Es un lugar perfecto para llevarse algún recuerdo de la ciudad.
En definitiva, aunque Bratislava es probablemente una de las capitales menos interesantes de Europa, Budapest es una ciudad cuya visita realmente merece la pena. Aunque sólo sea para poder contemplar el parlamento y su reflejo en el Danubio.