Baviera me parece, junto a Berlín, la región más interesante de Alemania. El fin de semana pasado hice un tour relámpago parando en algunos de los rincones más destacables que alberga. La primera parada, tras 2 horas de tránsito desde Frankfurt, tuvo lugar en Würzburg, el único lugar de todo el viaje que no había visitado hasta la fecha. La zona del río y la Residenz hacen que merezca la pena detenerse. Durante todo el viaje sufrimos unas temperaturas importantes, alcanzando el punto cumbre el último día en Múnich: 39 grados.
A continuación nos detuvimos en Rothenburg ob der Tauber. Es la tercera vez que lo visito en un año. Cuando llegamos pudimos comprobar como los lugareños disfrutaban de las fiestas de su pueblo. Bueno, pudimos hacerlo previo pago de 3 euros por persona. En cada entrada al casco antiguo había un peaje, así en plan Cataluña. De esta forma se controlaba que nadie se escapase de aportar su granito de arena para fomentar el uso de disfraces medievales bávaros y el alcoholismo.

A la mañana siguiente nos esperaban Hohenschwangau y Neuschwanstein. También era mi tercera visita. Por suerte, esta vez sin obras de por medio.

Tras pasear por esta preciosa zona, nos dirigimos al lago Königssee, situado en el Parque Nacional de Berchtesgaden. Es el lago más alto de Alemania (está a 603 metros de altitud) y es considerado, a su vez, como uno de los más bonitos del país. Recuerda mucho a los fiordos noruegos por su origen glaciar. Como uno de los integrantes del grupo no es muy amigo del concepto de navegación marítima, en lugar de hacer la típica excursión en barco que atraviesa el lago, tuvimos que «conformarnos» con darnos un baño en sus frías aguas.

Esa noche cenamos en Salzburgo. Es bonita, pero después de haber recorrido media Europa, es difícil que -viajando por el viejo continente- alguna ciudad te sorprenda o te impacte.

A la mañana siguiente ascendimos en autobús al Nido del Águila (Kehlsteinhaus), lugar en el que la historia más oscura de Alemania y los paisajes más bellos del país se entrelazan. Resulta una pena lo turístico que se ha vuelto desde que estuve en 2002. Se han cuadruplicado los visitantes (4 buses cada media hora en lugar de uno) y han convertido la sala de reuniones en un restaurante. Aún así, se trata, para mí, de uno de los rincones más fascinantes del país.
Antes de regresar a Frankfurt nos detuvimos a comer en Múnich. Dos palabras: Calor infernal. Incluso para un sureño al que le encanta el calor.

En el último año he ido cuatro veces a Baviera. Ello deja bastante clara mi opinión sobre esta bonita e interesante región de Europa.