En apenas un mes he hecho casi 8.000 kilómetros al volante. Ha sido divertido, puesto que me encanta conducir. Puedo hacerlo durante largas horas sin mayor problema, al menos de momento.
Esta vez he hecho un recorrido visitando algunos de los lugares más emblemáticos de Centroeuropa. La primera parada fue en Colmar, una de mis asignaturas pendientes en Francia. Esta pequeña población está considera como una de las más bellas de la Alsacia. Aunque lo es, no pude evitar sentirme algo decepcionado. Esperaba un pueblo lleno de casitas de madera, pero eso sólo sucede en un par de calles. Habiendo visto ya tantas poblaciones en Europa, tiene que tratarse de algo extraordinario para que me llame realmente la atención.
La idea era visitar también Berna, pero la falta de tiempo no lo permitió, por lo que nos dirigimos hacia Interlaken sin volver a parar. A la mañana siguiente subimos con el tren hasta la estación de Jungfraujoch. No recordaba que el trayecto fuera tan largo, ya que se necesitan cerca de 2 horas para llegar hasta arriba debido a las numerosas paradas en el trayecto. Aunque es carísimo, si te gusta la montaña, creo que es algo que hay que hacer al menos una vez en la vida. Yo por suerte ya llevo dos. Eso sí, no se pueden comparar. En 2002 me gustaba la montaña, ahora la relación es, digamos, algo más intensa.
Esta vez volví a ascender desde Lauterbrunnen, ya que la subida me parece más bonita que desde Grindelwald. De camino a la estación final, situada a 3.471 metros, se hacen un par de paradas tras hacer el cambio de tren en Kleine Scheidegg: una en la pared del Eiger y otra en el Obers Ischmeer.
He de recalcar el fabuloso tiempo que nos ha acompañado durante todo el fin de semana. Todavía me cuesta creer la suerte que tuvimos. Supongo que esto compensa -con creces- el revoltoso tiempo que soporté en julio, durante mi primera visita del año a los Alpes.
Al llegar arriba la vista es espectacular. Nos encontramos justo al comienzo del glaciar Aletsch, el más grande de los Alpes. A ambos lados de la estación se levantan el Mönch (4.107 m) y la Jungfrau (4.158 m). A la izquiera queda también el Aletschhorn (4.195 m), la cima más alta de la región. Una panorámica increíble.
A la bajada paramos en Kleine Scheidegg. Las fotos que hice cuando subí en julio a esta estación salieron mejor, a causa de la luz. El gran atractivo aquí es la impresionante cara norte del Eiger, aunque el Mönch y la Jungfrau tampoco se quedan atrás en cuanto a belleza. Las tres juntas forman una de las postales más famosas de los Alpes.
Esa noche dormimos en Randa, un pueblo situado a escasos kilómetros de Täsch, desde donde se coge el tren a Zermatt. Durante el viaje, lo primero que hacía nada más levantarme era conectar por internet con las livecams del destino. Ambas mañanas me lleve una más que agradable sorpresa: Una ausencia total de nubes.
Aunque únicamente habían pasado dos meses desde que corrí la media maratón de Zermatt, visitando «gratis» Gornergrat, mereció totalmente la pena pagar los 70 euros del tren, ya que el tiempo fue -como he comentado- inmejorable. No he echado la cuenta de las fotos que le hice al Matterhorn, pero digamos que me desquité de lo de julio.
Para los que conocemos y nos gusta la montaña se presentan ante nosotros los mejores 360º de los Alpes: Matterhorn, Monte Rosa, Weißhorn, Breithorn, Liskamm, Dent Blanche… así hasta alrededor de 30 cuatromiles. En un día despejado es totalmente insuperable.
De camino a Bayern me quité la mayor espinita que se me quedó en julio. Volví a coger el telecabina hasta el Eggishorn, aunque esta vez sin la compañía de las nubes. Se trata de la otra gran panorámica del Aletsch. Aquí se pueden contemplar -en toda su extensión- los 23 kilómetros de longitud que tiene la lengua. En 2015 (si no consigo plaza para el Mont-Blanc Cross) o en 2016 espero correr la media maratón que recorre el borde del glaciar, la Aletsch Halbmarathon.
La última parada del viaje fue el gran clásico cuando se recibe visita: Neuschwanstein. Es la cuarta vez que lo veo, pero la verdad es que tampoco es algo que me canse, ya que ahora me llena de orgullo y satisfacción ver la reacción que causa en la gente contemplarlo por primera vez.
Este año he estado cuatro veces en los Alpes. Es una de las principales razones por las que me mudé de Berlín con destino a Frankfurt, y la verdad es que la decisión cada vez parece más acertada. El año que viene espero bajar, al menos, otras tres veces más: Dos carreras y una ascensión.
El último mes y medio ha sido increíble: ascensión al Zugspitze, Allgäu Halbmarathon, Islandia, Copenhagen Half Marathon, ascensión al Watzmann, Berchtesgaden National Park, Route du Vin Semi-Marathon, Colmar, Jungfraujoch, Gornergrat y Neuschwanstein. El ritmo ha sido algo peligroso para mi cartera, aunque la señorita ha aguantado más o menos bien. Pero bueno, también ha sido el mes de mis vacaciones. De todas formas se trata de mi primer año trabajando en el centro de Europa. Estaba muy claro que me iba a cortar bien poco.