¡Qué abandonado tenía esto! Tampoco es que haya ocurrido demasiado desde mi última publicación, allá por noviembre. Bueno, no ha ocurrido demasiado sobre lo que deseara escribir. En diciembre hice un par de viajes por Alemania y pasé las navidades en Alicante. Febrero fue movidito: Viajes a Barcelona, Carnaval de Colonia y Dublín.
La capital de Irlanda era una asignatura pendiente. Ha sido mi tercer viaje a la isla esmeralda. Tal y como esperaba, no resulta una ciudad demasiado interesante a nivel de atracciones turísticas. Lo mejor -sin duda- es el ambiente en los pubs y la Guinness, puesto que, como mucha gente ya sabrá, ésta no sabe igual allí que en el resto del mundo. No me he molestado en buscar la explicación. Lo cierto es que celebré St.Patrick’s Day esta semana en Frankfurt y fue deprimente beberse unas pintas aquí. Aunque no soy muy cervecero, se trata de mi cerveza favorita. Eso sí, aún sin estar como en Irlanda, sigue estando muy por encima del resto en las preferencias de mi paladar.
Una de los lugares más conocidos de la ciudad es el Temple Bar, probablemente el pub más famoso del mundo. Llegamos el viernes a la noche y allí directos nos fuimos tras dejar las maletas en el hotel. A la mañana siguiente paseamos por el centro, visitando el castillo y St. Patrick’s Cathedral.
Antes de comer hicimos parada en el museo de Guinness, la atracción turística más visitada del país. Tienen el chiringuito bastante bien montado. Su visita resulta bastante divertida y amena. Después de comer intentamos entrar a la catedral de Christ Church, pero no dejaban entrar a la gente pese a ser horario de visitas. Como todos los lugares a visitar ya estaban cerrados a esas horas (antes de las 5, qué bien viven algunos…), decidimos ir a comprar recuerdos y tomar algo. Yo me compré Dubliners, obra de ese mozo tan hermoso de la estatua de más abajo.
El domingo comenzamos con la visita guiada por la prisión de Kilmainham Gaol, famosa por haber sido lugar de encarcelamiento y ejecución de importantes revolucionarios irlandeses. El peor periodo de la prisión se dio durante la gran hambruna del siglo XIX, en la que Irlanda perdió un alto porcentaje de su población a causa de las muertes por inanición y la emigración. Es una visita muy interesante y muy popular, por lo que es recomendable llegar para el primer turno de las 10 y así evitar las colas que se forman durante el resto del día.
Nuestra última parada fue en el Trinity College, el único campus de la Universidad de Dublín, en el que los grandes atractivos son el Book of Kells (libro de más de 1200 años de antigüedad) y la biblioteca del campus.
Dublín, pese a estar muy lejos de ser una de las ciudades más interesantes de Europa, bien merece una visita por su historia y su relevancia en el contexto europeo. Ahora tengo de forma seguida tres fines de semana muy moviditos: Madrid, Moscú (¡por fin!) y, para finalizar, la maratón de París. Antes de ello a ver si saco un rato para escribir sobre mi viaje a Portugal en noviembre del año pasado.