Forat de Bèrnia

No estaba seguro de si algún día tiraría de uno de los típicos clichés de los emigrantes españoles, pero voy a hacerlo: Echo de menos la comida española. No puedo juzgar la gastronomía berlinesa por una sencilla razón: no existe. Pasar un fin de semana en Polonia ha sido una bocanada de aire fresco, ya que he podido disfrutar de platos típicos polacos, que consistían en algo más que carne de cerdo.
Sin embargo, la comida sigue siendo algo poco relevante para mí. Tampoco estoy echando demasiado de menos el clima. Algo más añoro el mar. Mucho más los amigos y la familia. La montaña alicantina es la otra cosa que echo realmente de menos. Correr por los innumerables parques que pueblan la capital alemana no llenan el vacío dejado por mis amados Puig Campana, Montcabrer, Serrella o Bernia.
Un par de veces he tenido la oportunidad de elegir dónde llevar a amigos que prácticamente no habían visitado las montañas alicantinas. Tuve bastante claro el lugar al que debían ir en primer lugar: Bernia. Para mí hay dos sitios en la provincia que destacan en cuanto a belleza por encima del resto: la Cava Gran de Mariola y el Forat de Bèrnia.

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Completar la ruta circula alrededor de la sierra oscila entre las tres y las cuatro horas. La ubicación de Bernia es privilegiada, recorrerla por completo ofrece inmejorables panorámicas de la Marina Baixa. Comenzando desde Cases de Bèrnia yo recomiendo hacer la ruta siguiendo el sentido de las agujas del reloj.
Por otro lado, un lugar cuya visita resulta prácticamente obligatoria son les Fonts de l’Algar. También es muy recomendable acercarse al mirador situado en el Morro de Toix, la terminación de la sierra en el mismo mar Mediterráneo. Dicho mirador ofrece unas vistas espectaculares de la costa.

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Aunque el Puig Campana es mi templo montañero particular, la sierra de Bernia y sus alrededores comprenden -para mí- la zona más bonita de toda la provincia.

Dolomitas, Alpes y demás – verano de 2012

Todavía conservo en mi coche la pegatina que se requiere para poder cicular por las autopistas eslovenas. La dejé porque me recuerda los más de 6.000 kilómetros que recorrí con él durante más de dos semanas, pisando en ellas 7 países de Europa occidental.
El primer día de viaje consistía en una aproximación desde Alicante en nuestro camino hacia los Alpes. Ese día llegamos a la localidad de Aviñón tras casi 1.000 kilómetros. Elegimos para hacer noche esta pequeña ciudad del sur de Francia con el fin de visitar su casco antiguo, el cuál alberga un palacio episcopal patrimonio de la humanidad.

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Es una ciudad recomendable, en la que con una tarde hay tiempo de sobra para visitar su centro histórico, sin entrar al palacio.
A la mañana siguiente nos esperaban todavía cerca de cuatro horas de coche hasta la localidad de Chamonix. No necesita presentación. Probablemente se la pueda considerar la capital del alpinismo europeo.
LLegamos a la zona a las 12 en punto e improvisamos una excursión hasta la base del glaciar de Bossons, que se encuentra un par de millares de metros justo debajo de la cumbre del Montblanc. Es una excursión corta, de unos 45 minutos de ascensión desde el aparcamiento. Gracias al viaje a Noruega del año anterior, todos estábamos un tanto inmunes ante la visión tan próxima de un brazo de un glaciar. Aún así es una excursión que merece mucho la pena. Con buen tiempo tiene que ser espectacular.
Los dos días que estuvimos en Chamonix tuvimos bastante mala suerte con el tiempo, especialmente el segundo día. No llegamos a ver en ningún momento la cumbre del macizo. Las nubes fueron creciendo rápidamente mientras realizábamos la excursión, lo que acabó provocando que a la bajada nos caláramos de buena manera.
En las fotos llega a vislumbrarse L’Aiguille du Midi, una estanción que en su punto más alto alcanza los 3.842 metros. Hace algo más de 10 años ya que pisamos su plataforma. Sencillamente espectacular. Aquel día no había ni una nube y se veía el Montblanc en todo su esplendor. Este año ni nos planteamos subir porque sabíamos que no veríamos nada.

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A continuación nos registramos en el hospedaje y fuimos a dar una vuelta por el pueblo, cuyas calles están hasta la bandera en estas fechas. Las vistasdel macizo desde Chamonix son espectaculares. Esa noche fue la final olímpica de los 100 metros lisos. Lo recuerdo porque fue toda una experiencia. Gran parte de la gente que se encontraba en el hostal acabó situándose delante del televisor de la sala común para ver la carrera. Al final estábamos allí unas 30 personas pendientes de esos escasos 10 segundos.

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A la mañana siguiente nos esperaba el que supuestamente iba a ser uno de los grandes momentos del viaje. Desgraciadamente el mal tiempo lo convirtió, al menos para mí, en la mayor decepción de éste. Sin duda una espina que requiere ser extirpada en los próximos años. Se trata de la excursión al Lac Blanc. La panorámica que se puede observar -si el tiempo lo permite- desde este lugar es absolutamente increíble, sin embargo nosotros prácticamente sólo vimos nubes.

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Para realizar la excursión hay que coger el teleférico que parte desde Les Praz hasta Flégère, estación situada a casi 1.900 metros de altitud. Desde ella, en unas dos horas llegamos al lago. Las cristalinas aguas de este precioso lago se sitúan a alrededor de 2.500 metros sobre el nivel del mar. Desde la estación se tiene una gran vista de las agujas de Chamonix, situadas al otro lado del valle. Durante la ascensión -muy amena por cierto- nos adentramos en medio de las nubes, para salir por encima de ellas cuando estábamos llegando al lago.

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Yo iba con intenciones de bañarme en el lago aquel día. En lugar de eso, tuvimos que resguardarnos de la lluvia y del frío en el refugio emplazado a orillas del lago, disfrutando en él de un buen chocolate caliente. Tras esperar infructuosamente a que el cielo despejara, iniciamos el descenso. Mientras regresábamos, la climatología alpina -que debía estar al tanto de mis planes aquella mañana- nos brindó el mayor aguacero que he sufrido yo en montaña, y mira que he vivido chaparrones espectaculares en los Pirineos. No se me olvidará jamás descender por senderos convertidos en auténticos ríos de agua mientras literalmente maldecía al cielo.
Al llegar al coche tocó cambiarse de ropa antes de ponernos en marcha para continuar nuestro camino hacia el este. Atravesamos el túnel del Montblanc (cuesta unos 40 euros cruzarlo) para salir ya en Italia, donde pasaríamos un par de días por el valle de Aosta. En éste el tiempo era muchísimo mejor que en el lado francés, por lo que pude aprovechar para salir a correr por la zona mientras atardecía. Hice unos 12 kilómetros recorriendo una vía verde que discurre a lo largo del valle junto al río. Casi nada.

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El cuarto día nos esperaba otra de esas excursiones que marcarían el viaje. Por suerte ese día salió radiante. Tan radiante que me quemé de buena manera la cara gracias a la inestimable ayuda de la nieve. La excursión partía de la localidad de Bruil-Cervinia, desde la que existe una red de teleféricos que alcanza el Plateau de Rosa a casi 3.500 metros.
Paramos en la primera estación a 2.400 metros, desde donde pudimos contemplar la cara italiana del Cervino. Tras el Montblanc, probablemente sea la montaña más mítica de Europa, sin olvidar tampoco al Eiger.

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Desde la estación haríamos unos 45 minutos de camino hasta el lago Goillet. Éste era el destino del día, ya que había visto varias fotos del lago con el Cervino al fondo y prometía ser espectacular. Aquí la climatología tuvo poco que decir. Directo a las frías aguas del lago a más de 2.500 metros de altitud.

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Tras este momento que quedará para siempre grabado en mi memoria, como se comprenderá viendo las fotos, iniciamos la ascensión hasta un lago más pequeño situado 300 metros más arriba. La altura a la que estábamos hizo esta hora de ascensión algo más dura de lo que el recorrido desprendía sobre el papel. El color del lago Cime Bianche era distinto al encontrarse éste a 2.812 metros, por lo que el agua era todavía más pura. Abajo puede observarse la diferencia entre ambos lagos.

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Junto al lago existe una estación desde la que ascenderíamos a la más alta de la red, hasta el Plateau de Rosa a 3.480 metros. Desde arriba sorpresa… ¡El Montblanc!

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Las vistas son espectaculares. A un lado de la estación tenemos Francia e Italia y al otro Suiza. Desde allí se puede observar hasta el macizo de la Jungfrau.

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Pero sin duda la gran estrella de la panorámica es el Cervino. Aquí el Cervino comienza a convertirse en Matterhorn, ya que se ve buena parte de la famosa cara suiza de la montaña, país al que pertenece la mítica cumbre.

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Tras comer en lo alto, descendimos con la intención de ir hacia el puerto suizo del Gran San Bernardo. Aquí cometimos nuestra mayor pifia del viaje, ya que acabamos en el Petit San Bernardo al confundirnos con las indicaciones. Un puerto nada espectacular que, eso sí, se encuentra bastante cerca del Montblanc. Como teníamos tiempo, nos acercamos hasta prácticamente la entrada del túnel para tener otra perspectiva de la cumbre. Pese al gran día que habíamos disfrutado, no podíamos evitar sentir rabia al pensar cómo hubiera sido la excursión del día anterior con el cielo así.
Antes de regresar al apartamento, paramos en un pueblecito de la zona para dar una vuelta. Ampliando la foto puede observarse el estado guiri de tanto mi cara como de mis piernas.

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El quinto día de viaje realizamos una excursión por el parque nacional del Gran Paradiso. El punto de partida era la pequeña localidad de Valnontey. El pueblo se encuentra situado al inicio del valle del mismo nombre, el cuál finaliza a los pies del macizo.

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Es una excursión de cerca de dos horas en las que apenas se gana altura. Además de esta ruta por el fondo del valle, existen otros senderos más duros que sí toman altura. Me gustaría volver para pasar unos días por la zona.

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Tras pasar la mañana por el bonito valle, debíamos reemprender nuestra marcha hacia el este del país, aunque antes de llegar a orillas del lago de Garda haríamos tres paradas. La primera de ellas sería en Aosta.
El pueblo destaca por las ruinas romanas que lo inundan, pero más aún por su localización privilegiada en el centro del valle.

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La siguiente parada en nuestro camino sería el cercano castillo de Fenis, a escasos kilómetros de Aosta. Se trata del castillo medieval más conocido entre los varios que se encuentran en el valle.

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La última parada en nuestro camino hacia Garda sería la conocida localidad de Bérgamo, cuyo casco antiguo es patrimonio de la humanidad. La ciudad está bien, sobre todo por el emplazamiento en lo alto del casco histórico y su contenido, pero al lado de ciudades como Verona, Florencia o Venecia no me resulta especialmente destacable.

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A la mañana siguiente sonó el despertador a las seis. Quería aprovechar para correr por la orilla del lago mientras amanecía, y la verdad es que mereció la pena. Creo que esa mañana batí mi récord de ingesta de leche de vaca, actualmente mi bebida favorita. ¡Litro y medio!

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Tras la ducha y el desayuno, fuimos recorriendo el borde del lago con el coche hasta la localidad de Malcesine, donde cogeríamos el telecabina que asciende hasta la estación situada en el Monte Baldo.
Tuvimos que hacer una cola importante para coger el telecabina. El lago de Garda es uno de los puntos de veraneo más importantes de Italia, por lo que en agosto la cantidad de gente que se encontraba allí era enorme. Pese a que merece la pena, evitaría visitarlo en los meses de verano. Esperaba que la excursión me gustase más. Es muy posible que afectase el hecho de que el día salió un poco nublado, lo que apagó los colores del lago y su entorno.

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A la hora de comer llegamos a la preciosa ciudad de Verona. Lamentablemente no tengo demasiadas fotos de la ciudad. Me olvidé un poco de la cámara mientras disfrutaba paseando por sus bulliciosas calles. La ciudad más bonita del norte de Italia junto a Venecia.

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He de confesar una cosa. Entre tanta majadería por Romeo y Julieta, yo también encontré el amor. Mi Julieta particular asomada al balcón.

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El pobre hombre alucinaría si entrase aquí. Por suerte la probabilidad de que eso ocurra se aproxima bastante a cero.
Al atardecer llegamos a la pequeña ciudad de Padua, cuya plaza principal fue una pequeña sorpresa para el resto de los miembros del viaje. Para se mua el organizador no, claro. ¡Dejad que me cuelgue alguna medallita!

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El séptimo día de viaje, tras desayunar, comenzó con un paseo por el centro de la ciudad antes de marcharnos en dirección a Venecia. Padua me parece una ciudad ideal para pasear en bici, lástima que sólo estuviéramos un par de horas.

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Desde Padua alcanzamos Mestre tras unos 40 minutos. Allí dejamos el coche en un parking de pago frente a la estación, desde la que cogeríamos un tren que nos llevaría a una de las ciudades más famosas del mundo.
Mis primeras horas en Venecia fueron un tanto extrañas. La ciudad me parecía bonita y diferente, pero entre el calor y la desorbitada cantidad de gente, mi humor se veía seriamente resentido.

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Junto a Praga y París probablemente sea la ciudad con más turistas por metro cuadrado de Europa. Por suerte, conforme pasaban las horas se iba reduciendo la cantidad de gente por las calles.

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Mientras mi familia visitaba el teatro La Fenice, yo decidí irme a la plaza de San Marcos a relajarme y ver atardecer. ¡Ahí sí! Qué bonito fue aquello. Ver como la luz iba abandonando poco a poco la basílica y especialmente el Campanile fue una maravilla.

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Cuando ellos llegaron, el cielo estaba ya bastante oscuro. Decidimos subir al Campanile a ver anochecer, algo que recomiendo a todo el mundo. Cierra a las 9. Me acuerdo porque apuramos hasta el final.

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Por la noche pudimos disfrutar de una sabrosa pizza, para posteriormente bajarla paseando por la zona del puerto. Terminamos la noche escuchando un concierto de una banda que interpretaba bandas sonoras en una prácticamente vacía plaza de San Marcos. Cuando me acostaba pasadas las doce de la noche ya estaba por fin prendado de Venecia.
A la mañana siguiente vendría el que fue uno de mis grandes recuerdos del viaje. Fue el último día que salí a correr en todo el viaje. El despertador sonó a las 5:30 de la mañana y me levanté como un resorte. Ya me imaginaba lo que me esperaba y la verdad es que aún así sobrepasó mis expectativas. ¿Sabíais que corriendo se llega de San Marcos a Rialto en apenas 3 ó 4 minutos con las calles vacías? Yo tampoco. Sencillamente espectacular.

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El resto de la mañana estuvimos por el centro de la ciudad, visitando el interior de la nada modesta basílica de San Marcos y la zona de Rialto entre otras. Comimos allí antes de volver a coger el tren de vuelta a Mestre.
En definitiva, Venecia es una ciudad muy distinta y bonita. No es de las que más me gustan de Europa, pero entiendo la fama. Lo que sí que trataré es de evitar los meses de verano si decido volver a visitarla.

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Desde Mestre teníamos por delante unas dos horas de trayecto hasta el apartamento en el que estaríamos una semana, situado en la localidad de Comelico Superiore. Las vistas desde el apartamento ya nos comenzaban a preparar para lo que viviríamos esos días en los magníficos Dolomitas.

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Como aún nos quedaban un par de horas de luz, decidimos dar una vuelta por la zona. Acabamos en el valle Fiscalina, al que se entra desde la localidad de Moos, donde disfrutamos de un atardecer espectacular. Cuando el sol se pone, la caliza de origen marino que forma los picos de los Dolomitas toma un tono rojizo muy particular. Aunque para rojiza mi cara aquellos días gracias a la excursión de Cervinia.

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El gran problema de los dolomitas radica en las dificultades que supone moverse por la zona. Las velocidades máximas de las carreteras suelen ser de 60-80, por lo que las aproximaciones a los sitios suelen ser de mínimo hora y media, si tienes una base fija como era nuestro caso.
El primer día realizaríamos una de estos recorridos hasta el Passo de Falzarego, desde el que cogeríamos el funicular que nos dejaría en el refugio de Lagazuoi.

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La idea era subir hasta el refugio y volver a bajar por el funicular, por lo que compramos el billete de ida y vuelta (14 €). Sin embargo, guiados por nuestro entusiasmo nos fuimos alejando del refugio, descendiendo una buena cantidad de metros. Al final decidimos bajar andando hasta Falzarego, ya que así no tendríamos que volver a subir hasta el refugio de Lagazuoi, que ya se vislumbraba bastante lejano.

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La excursión es muy bonita, sobre todo siendo la primera que hicimos por los Dolomitas. La zona está llena de trincheras excavadas durante la primera guerra mundial. De cualquier modo, el atractivo de la zona se encuentra realmente en el maravilloso paisaje.

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Tras descender, paramos a comer por la zona, disfrutando de grandes panorámicas allá donde se dirigiese la vista.

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Desde Falzarego fuimos hasta el paso de Giau, situado a más de 2.200 metros de altura. La subida es terrorífica. Esta año lo ascienden en el Giro. Estaré muy atento ese día, ya que también pasan por muchos puertos de los Dolomitas que ahora conocemos. La etapa termina en las Tres Cimas de Lavaredo.
Desde el paso se tiene una magnífica panorámica de 360 grados. Se vislumbra desde Cortina d’Ampezzo hasta la Marmolada con su glaciar, la cumbre más alta de toda la cadena montañosa. En el refugio que hay situado en el paso me comí un pedazo de tarta Sacher. Ñam ñam. Había que aprovechar bien la cercanía de Austria.

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Como eran únicamente las cuatro de la tarde, decidí que hiciéramos esa tarde la excursión que va al refugio de Croda di Lago, otra de las que tenía previstas para el viaje. Son unos 400 metros de desnivel y algo más de una hora de camino. El lago tiene la cumbre de la Croda di Lago al fondo, un pico de más de 2.700 metros de altura. Una excursión cortita que merece mucho la pena.

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¡Eso es lo que se dice un día bien aprovechado!
Al día siguiente cambiábamos de país. Hicimos un recorrido circular por la cercana Eslovenia. Desde los Dolomitas se tardan unas dos horas en alcanzar la frontera. Muy cerca de ésta se encuentra una cueva que quita el hipo, las grutas de Skocjan. No me extraña que sean patrimonio de la humanidad. Posee el cañón subterráneo más grande de Europa, una cavidad de más de 100 metros de alto. El puente que cruza el cañón a unos 50 metros de altura sacó a relucir mi vértigo. ¡Qué mareo!
Lamentablemente no tengo fotos del interior porque estaban prohibidas. Únicamente hay fotos de la salida, en las que uno puede hacerse una idea de las dimensiones de lo que se encuentra en su interior. Extremadamente recomendable, una de las mejores cosas que pudimos ver en el viaje.

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A continuación visitaríamos la capital del país, Liubliana, una pequeña ciudad con la arquitectura típica de Europa central (Austria o República Checa). Está bien pero no se situa entre lo mejor del viaje.
Tras comer y pasear tranquilamente por su casco histórico continuamos hasta Bled, donde estuvimos poco tiempo disfrutando de su precioso lago. La última parada, justo antes de la frontera con Italia por el norte del país, sería la localidad de kranjska Gora.

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El undécimo día de viaje estaba previsto que hubiese mal tiempo, por lo que la intención era adentrarse por Austria y conocer algunos lugares por la zona sur de dicho país. Sin embargo, al ver que el tiempo era bueno, decidimos cambiar de plan y aventurarnos por el valle Fiscalina.
Acabaríamos efectuando la circular de la Croda Fiscalina sin ni saberlo, una de las excursiones más recomendadas de los Dolomitas. Junto a la excursión de Cervinia, la mejor del viaje con diferencia. Ambos días están entre los mejores que he vivido yo en montaña, junto a días como la ascensión a Monte Perdido o al Aneto. Palabras mayores.

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Ya desde el comienzo el recorrido es increíble, con la Croda di Toni frente a nosotros, un pico de casi 3.100 metros de altura. Tras una hora y media llegábamos al refugio de Comici, a algo más de 2.200 metros de altitud. La partida desde el valle se efectuaba a cerca de 1.500 metros de altura.

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Desde Comici se ascienden otros 300 metros en algo menos de una hora para alcanzar el refugio de Pian di Cengia, a algo más de 2.500 metros de altitud. A esta altura se pueden permitir tener floreros con Edelweiss. Las vistas desde la localización del refugio son de escándalo. Cómo disfrutamos comiéndonos un plato de pasta riquísimo en semejante emplazamiento.

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Desde Pian di Cengia comenzamos el descenso en dirección al refugio de Locatelli, desde el que se obtiene la vista más famosa de las Tres Cimas de Lavaredo. Se trata de otra hora de camino que mezcla descenso, llano y falso llano.

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Conforme nos acercábamos al refugio aumentaba la cantidad de gente. Y no es para menos, se trata del punto más famoso de los Dolomitas.

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La vista de las Tres Cimas es indescriptible. Tras disfrutar un buen rato de la estampa, iniciamos el descenso de vuelta hasta el coche. Ya nos acercaríamos a ellas dos días más tarde, en la excursión circular que les da la vuelta.

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En nuestro camino de vuelta, nos encontramos con una modelo autóctona. Ni se inmutaba pese a tener a humanos a poco más de un metro.

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Para terminar de redondear la excursión, volví a correr por montaña después del esguince de tobillo que me hice cuatro semanas atrás. Cómo disfruté. Hacía mucho tiempo que no bajaba tan rápido. En apenas una hora estaba ya en el coche tumbado en el asiento.

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Al día siguiente era festivo, por lo que se notó un considerable incremento por la zona tanto del tráfico como de los turistas. Para mí, fue uno de los días más flojos del viaje. Hicimos muchos kilómetros y no vimos nada destacable, salvo el lago di Braies.
El día comenzó con la visita a la localidad austriaca de Linz, que se encuentra situada bajo los Dolomitas austriacos. Es un pueblo bastante normalito, no tiene nada especialmente reseñable. El resto de kilómetros que hicimos por esa zona del país tampoco nos arrojó ningún sitio a destacar. No quiero decir que sea feo, pero al lado de muchas otras zonas visitadas resultaba una experiencia poco enriquecedora.

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Lo mejor del día fue la visita al lago di Bries, pese a la cantidad infernal de gente que había. Es un lago de agua cristalina emplazado en una posición privilegiada.

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Finalizamos el día haciendo la visita obligada a Cortina d’Ampezzo, el corazón de los Dolomitas. Es un pueblo bastante bonito, rodeado de montañas.

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Para el siguiente día teníamos reservada la vuelta circular a las Tres Cimas de Lavaredo. Pese a que es una excursión muy famosa y realmente bonita, el haber hecho ya la circular de la Croda Fiscalina le restó impacto. El día amaneció muy despejado, pero iría oscureciéndose con el paso de las horas. Desde el refugio de Auronzo se podía disfrutar de una buena perspectiva de la Croda Rosa y del lago Misurina.

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Desde el refugio de Auronzo por el lado izquierdo de las cimas nos llevó unas dos horas alcanzar el refugio Locatelli. Entre ambos existe otro pequeño refugio que aparece en una de las imágenes de abajo.

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En las imágenes puede verse cómo las nubes comenzaban a rodear a las tres cimas, las auténticas protagonistas del día.

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Como me adelanté un poco al resto del grupo, decidí subir hasta una pequeña colina, situada cerca de la Torre del Goblin, para tener otra perspectiva de las tres cimas.

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Tras tomarnos otro pedazo de tarta Sacher (ñam ñam) en el refugio Locatelli, iniciamos el regreso por el otro lado de las cumbres. Aquí el cielo ya no aguantó más y nos cayó una tremenda tromba de agua -granizo incluido- que nos obligó a resguardarnos en una cueva que había en el camino. Yo encima iba con camiseta y pantalón corto. Una auténtica gozada.

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Por la tarde me pegué una buena siesta. Cuando me desperté me dijeron que íbamos a dar una vuelta por el valle. Como todavía quedaban un par de horas de luz, dije que mientras ellos paseaban por la pradera yo me dirigiría monte arriba. Aquel día hice una de las ascensiones más rápidas que he hecho nunca. Más de 1.200 metros de desnivel en apenas hora y media. El destino era el paso del Sentinella, donde el dueño de nuestro apartamento nos dijo que subía en vacaciones el Papa Juan Pablo II cuando era joven. Si él podía yo también.

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El tramo final era algo peligroso. No suelo acobardarme en montaña -más bien todo lo contrario, que tampoco es que sea bueno-, pero aquel tramo ha sido el que más nervioso me ha puesto en montaña hasta ahora. Al llegar arriba todo había merecido la pena. Desde allí se vislumbraban Moos y el comienzo del valle de Fiscalina. La lástima fue que no tenía tiempo para adentrarme por el otro lado del paso.

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Desde el paso, bajada vertiginosa en 45 minutos hasta el coche. Al día siguiente tenía las rodillas bastante cargadas, pero cómo disfruté aquella tarde poniendo mi físico a prueba tanto a la subida como a la bajada. Para redondear la escapada, el atardecer mientras descendía bien merecía alguna foto, aunque con la cámara sea imposible captar los colores reales.

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En nuestro último día en los Dolomitas recorreríamos muchos kilómetros atravesando varios de los puertos más míticos de la cadena, en muchos de los cuales resultaba literalmente imposible aparcar el coche. Fue una visita superficial de muchas zonas. Me hubiera tirado un mes más allí para hacer varias excursiones en cada sitio que paramos. Espero poder volver algún día por allí.
El primer paso que visitaríamos sería el de Gardena, que tiene una de las mejores panorámicas de 360 grados de todos los Dolomitas. Tanto a un lado como al otro se intuían grandes excursiones, pero en nuestro caso continuamos nuestro camino hacia el paso de Pordoi.

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En el Passo Pordoi nos fue imposible aparcar, tuvimos que bajar casi un kilómetro para poder contemplar la zona. Desde el paso sale un telecabina que asciende a casi 3.000 metros, desde donde las vistas tienen que ser espectaculares por lo que me he podido informar vía Internet.

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Desde Pordoi fuimos hasta Canazei, donde hicimos una pequeña parada. Desde allí atravesamos el vall di Fassa para llegar al bonito lago di Carezza, en el que paramos para comer cerca de sus orillas. Lo único malo que tiene es la escasa cantidad de agua que alberga en el mes de agosto.

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Desde Carezza comenzamos nuestro regreso hacia el apartamento, visitando antes el Lago Fedaia, situado a orillas del glaciar de la Marmolada. Es la cumbre más alta, pero para nada es de las más bonitas.

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Nuestra última parada sería Prato Piazza, desde donde son famosas las vistas a la Croda rosa. Otra pena no haber podido estar más tiempo por esa zona, ya que he leído que desde allí parte una excursión muy interesante.

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Al día siguiente iniciamos nuestro a regreso a Alicante, que haríamos en dos etapas. En esta primera etapa pararíamos en la localidad de Vicenza, patrimonio de la humanidad al contar con numerosas obras del arquitecto Palladio, que influyó sensiblemente al movimiento del neoclasicismo. Es otra bonita ciudad del norte de Italia, aunque en otro nivel respecto a Verona y Venecia.

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Después de Vicenza nos dirigimos a Mónaco, donde pude cumplir un sueño como aficionado a la F1 al realizar una vuelta al mítico recorrido con mi coche. En nuestro paso por la costa azul sufrimos un atasco espectacular antes de entrar al principado, que hizo que finalmente llegaramos a Arlés casi a las once de la noche.
Al amanecer aprovechamos para hacer una visita al centro del pueblo, antes de iniciar nuestra última etapa de vuelta a Alicante. Es una localidad famosa por sus ruinas romanas. Muy agradable visitarla prácticamente solos a las ocho de la mañana.

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Tras unos 6.200 kilómetros llegamos a Alicante. Un gran viaje en el que destaco Cervinia, la circular de la Croda Fiscalina, correr amaneciendo en Venecia, las grutas de Skocjan, el circuito de Mónaco, mi ascensión al paso del Sentinella y la excursión a Lagazuoi. Un viaje mucho más montañero que el del verano anterior en Noruega. El único defecto fue tal vez intentar abarcar demasiado, lo que provocó que hiciéramos demasiados kilómetros. Aún así eso sólo pasó un par de días.
En definitiva, creo que cualquier europeo al que le guste la montaña debe visitar al menos una vez en la vida los Dolomitas, un lugar sin igual.

X Cursa i Marxa per Muntanya de Castalla

Desde hace un par de semanas estoy viviendo mi etapa más relajada como corredor desde julio, mes en el que me hice un esguince de tobillo que me mantuvo en el dique seco casi tres semanas. Como aquella vez, ahora también ha sido una rebaja de intensidad forzada.
Días antes de la media maratón de Orihuela noté unas molestias en la parte posterior del muslo derecho, mientras realizaba un entrenamiento en el Castillo de Santa Bárbara. Tanto en Orihuela como en las siguientes salidas no noté nada en caliente. Sin embargo, tras tiradas largas y competición ya en frío sí que me resurgían las molestias. El día después de la media maratón de Torrevieja las molestias fueron más notorias de lo habitual, por lo que decidí no correr esa semana e ir al fisio inmediatamente.
El problema era que mi musculatura se encontraba muy sobrecargada. El estado de ésta no era grave, pero a largo plazo sí que habría acabado derivando en alguna lesión muscular si no se realizaba una descarga de los músculos, algo a lo que no faltaré mensualmente a partir de ahora.
No visitaba un especicartell_cursa_castalla_10_3_2013alista desde hacía unos 8 meses, en los cuales habré corrido unos 1.000 kilómetros. Mis cuatro visitas a un par de fisios antes de verano no me habían generado demasiada confianza, ya que no notaba diferencia alguna los días posteriores a las sesiones. Así que incorrectamente dejé de cuidar mi cuerpo como debiera.
En las dos últimas semanas he tenido tres sesiones. Más que fisioterapia parece astronomía. En cada sesión he podido contemplar las estrellas gracias a diferentes músculos de mi cuerpo. De cualquier modo está siendo una gran experiencia, puesto que estoy conociendo a la perfección mi musculatura y cómo se ve afectada por mi forma de correr, así como aprendiendo pequeños detalles que me ayudarán a mejorar el rendimiento y mantenimiento de mi cuerpo.
El mayor problema de estas dos semanas no ha estado directamente relacionado con la recuperación, aunque seguramente tenga mucho que ver. El miércoles, cuando volvía a casa después de un entrenamiento por los lagos de Rabasa, me dio un pequeño pinchazo en el femoral derecho -mi talón de Aquiles particular. Así que otra vez a descansar por completo hasta la carrera que tenía prevista el domingo en Castalla.
Tal vez no debería haber participado, ya que las molestias no habían desaparecido del todo, pero pensé que si bajaba bastante mi ritmo (hasta un 70-75%), no habría problema. Efectivamente así fue. Únicamente noté las molestias cuando cometí el error de esprintar en meta. No pude contenerme, llevaba más de 15 kilómetros sin notar prácticamente nada y llegaba con el depósito muy lleno (pasé a unos 20 corredores de 500 participantes en el último kilómetro).
Esta semana quería participar en la Pujada a la Font Roja, una de las tres carreras de la provincia en las que no he participado y que quiero hacer sí o sí -junto a la Volta a la Foia y la Pujada al Montcabrer. Sin embargo, muy a mi pesar mi asistencia está descartada casi al 100%. En una carrera tan exigente la musculatura tiene que estar en perfectas condiciones. No creo que para entonces haya desaparecido la pequeña microrrotura fibrilar que es probable que tenga. Será la primera vez que renuncio a participar en una carrera desde que empecé, tras haber realizado ya 23. Visto así se puede decir que he tenido bastante suerte. A ver si para Denia estoy al 100%, aunque tengo asumido que ese día me puedo olvidar de hacer marca.

perfil con avituallamientos y sendas

Después de esta larga reflexión sobre mis múltiples errores, hablemos un poquito de esta bonita carrera por Castalla. Las plazas estaban agotadas desde hacía ya un par de semanas, por lo que la cosa pintaba bastante bien. La organización de la carrera fue de 10, perfecta en todos los ámbitos. Yo sólo cambiaría una cosa: incluiría un par de kilómetros más antes de comenzar la subida para que no se generara el tapón descomunal que se forma en la primera cuesta.
El objetivo ayer era ir tranquilo, terminar alrededor del 1:45 y conocer la carrera. La verdad es que se nota un montón bajar un par de marchas la velocidad, hoy no tengo ninguna molestia muscular después de 15,5 kilómetros. Días como hoy es cuando me doy cuenta de que tengo mucho camino recorrido ya de cara a la maratón. Ayer al cruzar la meta tenía la sensación de que podría haber seguido corriendo mucho más tiempo.
Al final terminé en 1:46:47, casi 15 minutos más que en la carrera de Aigües, siendo casi la misma distancia y el mismo desnivel. Eso sí, la carrera es más dura, ya que la mayor parte del trail de Aigües es por pista y es muy fácil coger velocidad, mientras que aquí es senda, por lo cual los tiempos a nivel general fueron mucho más lentos. Esta carrera es mucho más de montaña. El recorrido es bastante más bonito que el de Aigües, con unas vistas muy bonitas de la Foia, Catí y Castalla.
Pese a ir mucho más lento terminé en el puesto 239, en la mitad de la tabla, por lo que acabé muy contento. Normalmente no le doy importancia a las clasificaciones, me importa únicamente mi tiempo, pero tras muchas carreras uno ya tiene un orgullo y no quiere quedar muy atrás =D

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Con la carrera de Castalla cerré la semana en 36 kilómetros, por lo que a pesar de todo ha sido una semana cercana a la normalidad, ya que suelo hacer entre 40 y 50 kilómetros semanalmente. A nivel físico me noté muy bien ayer, pero hoy me sigue molestando un poco el bíceps femoral derecho. Tocará darle descanso. A ver cómo evoluciona los próximos dos o tres días.
He de reconocer que tras 14 carreras -entre ellas 9 medias maratones- en los últimos cinco meses, la semana que estuve parado después de Torrevieja no eché de menos correr. Me vino muy bien el descanso, sobre todo a nivel psicológico. Últimamente entrenaba para mejorar tiempos en competición. Ahora tengo ganas de correr por correr. Saldría ahora mismo al asfalto, aunque estuviese granizando.

Serrella – Plà de la Casa

Por segundo día consecutivo había que aprovechar el manto blanco que actualmente cubre muchos puntos alrededor de la provincia. Cuando nieva en ésta, tres son los puntos -por norma general- en los que la nieve aparece en mayor medida: Mariola, la Serrella y la Aitana. Hoy le tocaba el turno a la Serrella.

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Desde Quatretondeta partíamos en dirección al Plà de la Casa. Ha sido la tercera vez que he subido a dicha cumbre en los últimos tres meses. Esta vez visitaríamos a la bajada las imponentes Agulles dels Frares. Ya había hecho esta ruta, pero hace ya más de 10 años. Es un recuerdo bastante lejano. Aquella vez el calor apretaba bastante, nada que ver con los cerca de  cero grados que habremos alcanzado hoy en la cumbre.
El primer tramo de la ruta asciende hasta la altura de los frares, gira hacia la izquierda y se adentra por un barranco hasta la Font Roja de la Serrella.

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En la Font Roja la cantidad de nieve era bastante respetable. Desde aquí comienza el tramo más duro de la subida, que nos llevará a alcanzar los 1.300 metros de altura.

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Una vez llegada a esa altura, alcanzamos la zona de mayor acumulación de nieve. Este tramo es prácticamente plano hasta llegar al nevero que se encuentra a los pies de la cumbre.

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La Aitana aparecía ante nosotros con muchísima nieve. Desde el nevero hay que ascender unos últimos metros para llegar hasta la cruz que corona la sierra. Conforme nos acercábamos a la cumbre iba descendiendo la temperatura. En ella, el viento generaba una sensación térmica bastante baja.

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Tras unos minutos en la cumbre iniciábamos el descenso, parando en primer lugar a echar un vistazo al fondo del nevero, de unos 10 metros de profundidad.
Hay que destacar que en la Serrella no suele presentarse demasiada gente, ya que es inexplicablemente bastante menos conocida que muchas otras montañas de la provincia. Seguramente será porque está bastante alejada de los grandes núcleos de población de la provincia.

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En el punto de la subda en el que alcanzábamos los frares y girábamos a la izquierda para dirigirnos a la Font Roja, si se gira hacia la derecha se toma un sendero que discurre justo por debajo de los frares. Es muy recomendable. Creo que merece la pena planificarlo con tiempo y adentrarse entre estas gigantes formaciones de varios metros de altura.

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En resumen, se trata de una excursión ya de por sí muy bonita sin nieve, por lo que con ella es todavía más recomendable.
He subido cuatro veces al Plà de la Casa, dos a la Mallà del Llop, una a la Serrella, tres al Castellet y dos a L’Aixortà. Todas ellas, salvo una al Plà de la Casa, en el último año. Esta zona y la Serrella en particular parecen mi segunda residencia.
Haciendo balance, creo que los puntos más bonitos de la zona son la cumbre de L’Aixortà por sus vistas, els Arcs, el alto del Castellet, la subida a la Mallà del Llop por el barranco de la Canal, los alrededores del Plà de la Casa y el sendero que recorre los frares.
Es por ello que siempre suelo decir que me parece la zona más interesante de la provincia, gracias a que ninguna otra ofrece tantos puntos de interés y tan buenos.

Cava Gran – Nevada en Mariola

Hace unos meses vi una foto de la Cava Gran de Mariola con nieve. En primer lugar decidí que tenía que subir a verla lo antes posible, ya que pese a que había subido dos veces ya al Montcabrer siempre había sido desde Cocentaina; pero también que ante la primera fuerte nevada en la provincia ese sería el destino.
Los dos últimos dos días ha estado nevando considerablemente, por lo que este fin de semana se presentaba como una oportunidad perfecta para visitar las montañas de la provincia. Lógicamente el destino sería Mariola. Para redondear del todo la excursión de esta mañana, amanecía el día con un tiempo espectacular.

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Hemos llegado al santuario de Agres bastante tarde, sobre las 10:30 (he dormido menos de cinco horas…). No cabía ni un coche, por lo que hemos tenido que bajar al pueblo a dejar el mío. Ya en el mismo pueblo había algo de nieve, por lo que yo comenzaba a frotarme las manos pensando en el volumen que habría en la parte de arriba.

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Durante la subida, alrededor de una hora hasta el refugio del Montcabrer, el volumen de nieve iba subiendo poco a poco. Al llegar al refugio, el manto que cubría la montaña era de una altura bastante respetable.

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Desde aquí nos hemos dirigido a la Cava Gran, punto de encuentro de todos los excursionistas que se acercan por Mariola. Hoy ha llegado a haber a su alrededor cerca de 30 personas en algún momento. No es para menos, me parece la postal más bonita de la montaña alicantina junto al forat de Bernia. Si encima se tiene la oportunidad de verlo en las condiciones de hoy, ya es totalmente indescriptible. Pasen y vean.

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Lógicamente me hubiera gustado subir al Montcabrer en las condiciones de hoy, pero no era el planteamiento original y no teníamos comida. Habiendo llegado tan tarde no había tiempo. Pero bueno, no se puede tener todo. Con haber visto lo que he podido ver hoy me doy por satisfecho, me hacía mucha ilusión. Mañana otra excursión.

Travesía Aixortà – Serrella

En mi modesto historial por montaña he tenido el placer de haber hollado las cumbres de Aneto, Mulhacén, Monte Perdido, Taillón o Besiberri Sur entre otras, pero el pasado 29 de diciembre afronté la etapa de mayor desnivel acumulado que he realizado hasta el momento, y la verdad es que veo complicado superar a corto plazo los alrededor de 2.800 metros de desnivel positivo superados aquel día.
Sin embargo, espero algún día hacerlo. A corto plazo mi gran objetivo es la maratón. Me quedan todavía muchas cosas por hacer en asfalto, pero sí que reside en mi cabeza la idea de llegar a ser ultrafondista en montaña una vez que haya cumplido todos mis retos en la carretera. Para eso falta bastante aún. Sólo es una declaración de intenciones.
Según nuestros cálculos, la travesía podría llevarnos entre 10 y 11 horas, por lo que comenzamos la marcha a algo más de las 8 en punto de la mañana. El punto de salida se encontraba algo más al interior de Callosa d’En Sarrià.

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Procederíamos a ascender a L’Aixortà vía Barranc Negre. Hasta la cumbre se superan unos 600 metros de desnivel en alrededor de hora y media. La gran estrella del amanecer era el Bernia, que nos ofrece su mejor aspecto si lo observamos desde esta zona del interior de la provincia.

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La panorámica desde la cumbre de L’Aixortà es posiblemente la mejor de la provincia. La vista llega a alcanzar Bernia, Puig Campana, Serrella, Aitana, Serra Gelada… incluso podemos divisar a lo lejos Ibiza, si la climatología lo permite.

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Sin pararnos demasiado tiempo iniciamos el descenso, ya con nuestro lejano destino final ante nuestros ojos. La siguiente estación es el alto del Castellet, que a 1.051 metros de altitud alberga las ruinas de un castillo, siendo para mí uno de los lugares más bonitos de la provincia.

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La vista desde aquí es también impresionante, con el embalse de Guadalest a nuestros pies. Aprovechamos para comer algo y beber agua tras algo más de tres horas de camino. Aún queda lo más duro, tres de las cumbres más altas de la provincia.

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Ante nosotros tenemos el imponente Barranco de la Canal. Desde lejos impresiona, pero desde dentro lo hace mucho más al comprobar las proporciones de las paredes que lo encierran. Conforme vamos ascendiendo, L’Aixortà y el Castellet van empequeñeciendo tras nuestros pasos.

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Tras casi cinco horas y alrededor de 1.700 metros de desnivel acumulado (según mis estimaciones), alcanzamos la cumbre de la Mallà del Llop, a 1.360 metros sobre el nivel del mar.

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La siguiente parada será en el punto más alto de la Serrella y el cuarto de la provincia, el Plà de la Casa, a 1.379 metros. A mitad de camino entre las dos cumbres nos tomamos un buen descanso, ya que en este punto las fuerzas empezaron a fallar. Tardamos alrededor de dos horas en enlazar las dos cumbres y la verdad es que se hizo bastante dura la ascensión, puesto que posee un tramo bastante exigente.

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Por suerte ya sólo nos quedaba lo menos duro. Un descenso bastante rápido para enlazar con la pista que ascendería hasta la cumbre de la Serrella a 1.359 metros tras alrededor de 2.800 acumulados. Al echar la vista atrás se podía observar lo lejana que quedaba ya L’Aixortà. Parecía que habían pasado días desde que habíamos estado allí.

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Desde la cumbre mi hermano y yo contemplamos con satisfacción el camino recorrido. Mis pies me decían que muy bonita la satisfacción, pero que la próxima vez me quedase en casa viendo pelis tumbado en el sofá.

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Mientras anochecía iniciamos el descenso hasta el puerto de Confrides, donde nos espera el coche escoba. Llegamos al coche de noche tras 9h 50′ de travesía.
No creo que vuelva hacer este recorrido del tirón jamás. Sin embargo es una de las cosas más bonitas que he hecho, tanto por el nivel de exigencia como por el recorrido.
Me permitió por fin comprender por qué la Serrella es para mucha gente la más bonita de las montañas de Alicante. Hasta entonces había ascendido por separado a la Mallà y al Plà de la Casa, pero no me habían parecido gran cosa dichas ascensiones. Pasar tantas horas y kilómetros atravesándola me permitió descubrir nuevas zonas y disfrutar más a fondo sus vistas.
Una experiencia irrepetible.

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Crestería del Fraile

Partiendo desde el hotel de Xorret de Catí se puede realizar una ruta circular que recorre la crestería del Fraile. Se trata de un recorrido cercano a las 4 horas y sin excesivo desnivel.
El primer tramo de cerca de una hora se adentra por el barranco del Badallet. A mí esta parte se me hizo algo pesada la verdad. Por suerte, a partir de cuando alcanzamos la zona del Pantanet la excursión gana muchísimos puntos. Desde aquí comienza la subida hacia la crestería.

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El primer tramo es estrecho y está lleno de afiladas rocas que generan una imagen bastante llamativa, perfecta para sacar unas cuantas instantáneas.

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Desde toda la cresta tenemos una vista perfecta tanto de la Sierra del Cid como del Maigmó.
Tras dos horas recorriendo tranquilamente la cresta, llegamos a un punto en el que podemos bajar por un sendero de vuelta al hotel o se puede continuar hasta alcanzar el Despeñador. En nuestro caso decidimos bajar, ya que hacía relativamente poco que habíamos estado en el Despeñador.

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En definitiva una ruta sencilla, diferente y muy recomendable.

Sierra de Aitana

Desde Benifato parte una carretera que nos permite alcanzar el área recreativa de la Font de Partagàs, punto ideal para realizar aproximaciones a la cumbre de la Aitana, el punto más alto de la provincia de Alicante. Parece que esté hablando del K2… no, son simplemente 1.558 metros sobre el nivel del mar.
Teniendo en cuenta que la fuente está a algo más de 1.000 metros, hablamos de un desnivel bastante asequible, el cual se cubre en cerca de hora y media de subida, según creo recordar. El principal atractivo de esta subida radica en el famoso Paso de la Rabosa, una versión modesta de la brecha de Rolando. Tal vez sea un mal sitio con el que establecer una comparación, pero aún así la versión alicantina es muy recomendable.

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Una vez cruzado el paso se pueden admirar las impresionantes simas de Partagàs, en las que la vista no llega a alcanzar el fondo. Recorriendo la sierra en dirección sur se alcanza el punto más alto que el ministerio de defensa nos permite, ya que las vallas de la base militar encierran la cumbre. Me parece muy bien que montéis una base ahí arriba (en realidad no me lo parece), pero ¡¡¡no nos quitéis a los montañeros nuestra cumbre!!!
La verdad es que me sorprendió gratamente la excursión. Yo me esperaba ver allí arriba sólo antenas, militares y alienígenas, pero para nada. Merece mucho la pena. Tengo muchas ganas de volver con nieve. ¿Esta semana a lo mejor?

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Peñón de Ifach

Llevaba una cantidad bastante indecente de años sin ir por uno de los parques naturales más populares de la provincia, el peñón de Ifach. Ayer por fin pude volver a recorrerlo. El perfil del peñón, visible desde muchos kilómetros a la redonda, representa una de las más bellas y conocidas postales de la provincia, alzándose a 332 metros en la misma costa.
Lamentablemente ayer nos salió un día bastante nublado que no permitía ni vislumbrar la cercana sierra de Bernia. Únicamente se podía disfrutar de la costa de Jávea y de la Serra Gelada. La primera foto de abajo es de otra visita anterior por la zona.

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Se trata de una excursión de alrededor de 1 hora de subida que sería bastante sencillita si no fuese por lo resbaladizo de varios tramos del recorrido, debido al desgaste de la roca como consecuencia de la gran cantidad de personas que suelen ir al lugar cada fin de semana.

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La importancia ecológica del parque reside en la gran variedad de flora y fauna que se dan cita en él. Eso sí, las grandes dominadoras del lugar son las gaviotas. ¡Menudo escándalo que montan! Es una pena que hayan convertido la cumbre en un estercolero, es prácticamente imposible sentarse al llegar arriba sin entrar en contacto con algún deshecho de estas grandes modelos.

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A la bajada, salvo que tomes un atajo bastante escarpado que existe, se tarda prácticamente lo mismo que a la subida por lo complicado del terreno.
En definitiva un lugar emblemático de la provincia que bien merece una visita, o muchas.

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El Montcabrer

He subido tres veces al Montcabrer, la primera de ellas en octubre de 2011. La hice solo aquella vez, cruzándome además con una única persona en todo el día. Nada más comenzar me perdí y acabé en el castillo de Cocentaina, pueblo desde el que inicié la ruta. Aún así, aquello no estuvo mal, ya que es la única vez que he estado cerca del castillo. Ese día hacía un frío que pelaba en la cumbre, aguanté pocos minutos allí arriba. La segunda vez fue en julio, esta vez con cerca de 40 grados. La última fue en noviembre de 2012, esta vez realizando la otra ruta de ascensión clásica, partiendo desde Agres.

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El primer tramo de la ascensión transcurre desde el santuario de Agres hasta el refugio del centro excursionista de Alcoy. Cerca de una horita de subida con cierto desnivel. Al llegar arriba quedamos a escasos metros de una de las postales más representativas de la montaña alicantina, la cava Gran con el Montcabrer de fondo.

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Desde aquí la ascensión hasta el Montcabrer no tiene pérdida, en todo momento estás viendo la imponente cumbre. Otra hora de camino con un desnivel parecido al tramo inicial. En total alrededor de 600 metros de desnivel hasta alcanzar los 1.389 metros de la cumbre, la tercera más alta de la provincia.

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La verdad es que no sabría decir cuál de las dos rutas de ascensión me parece mejor. Desde Cocentaina hay muchas fuentes y la ascensión en sí me parece más bonita, paso por el fuerte incluido. Sin embargo desde Agres tienes las cavas y una vista más bonita del Montcabrer. Las dos son muy recomendables, ya que para mí Mariola y el Montcabrer ocupan una posición privilegiada entre las montañas de la provincia.