Los días entre los viajes a Croacia y Pirineos no fueron precisamente tranquilos. Comenzaba a trabajar el 1 de septiembre, así que había que aprovechar el verano al 200%. Al día siguiente de volver desde Zagreb a Berlín, cogí un tren a las 6 de la mañana rumbo a Núremberg, donde me encontraría con mi familia. Ese día visitamos Bamberg y Rothenburg ob der Tauber. No saqué prácticamente fotos, ya que estuve por la zona 3 meses antes. Sólo desempolvé mi Canon en Rothenburg, ya que poder disfrutar allí de la puesta de sol y del amanecer fue un lujo.
Desde Rothenburg volvimos a Núremberg, donde cogimos un autobús a Praga. Allí vi con mis hermanos a Roger Waters. Estuvimos poco más de un día por la ciudad. Conociéndola, unas cuantas horas son suficientes para refrescar y visitar alguna cosilla que no pude ver la otra vez. Todavía me siguen quedando cosas pendientes. Por suerte la capital checa está medianamente cerca de Frankfurt.
La cantidad de turistas en la ciudad en agosto es demencial. Si se visita Praga en verano, recomiendo encarecidamente pegarse un madrugón, si no es imposible disfrutar de la ciudad en unas condiciones como las de las anteriores fotos.
Tras Praga, ascendimos en dirección a Berlín, pero antes de llegar a la capital nos detuvimos en Sajonia. Allí visitamos Dresden, en la que ya estuve en mayo, por lo que en esta preciosa ciudad también me invadió la pereza con la cámara. Esta segunda visita a Dresden me proporcionó uno de los entrenamientos más impresionantes que he realizado. Corrí por el casco antiguo completamente solo. Bueno no, tenía una acompañante de lujo: la niebla. Impagable.
En Sajonia también pasamos un día entero en el parque nacional de la Suiza Sajona. Realizamos dos excursiones, la primera de ellas hasta el mirador de Schrammsteine. Muy interesante.
Por la tarde hicimos la excursión al mirador de Bastei. Es también muy bonita, pero mucho más turística y, por ello, se respira mucho menos ambiente de montaña.
Una vez ya en Berlín, pasamos 5 días en la ciudad en los que fue un placer hacer de guía turístico. Mis cinco meses en la gran urbe alemana han sido una de las etapas más bonitas de mi vida, un sueño hecho realidad. Para mí siempre será mi segunda ciudad, el punto de partida de mi nueva vida.
El día 18 teníamos el vuelo de Bremen a Alicante, por lo que el día 16 empezamos a desplazarnos hacia el oeste por la geografía alemana. Las primeras paradas fueron Wernigerode y Quedlinburg, dos de los pueblos más bonitos de Alemania, o eso se dice. Yo no soy muy de pueblos. También es que he visto ya 50.000 pueblos alemanes.
Esa noche dormimos en Hannover, una ciudad que fue una agradable sorpresa. Uno de sus puntos de interés es la Aegidienkirche, una iglesia que fue bombardeada durante la II Guerra Mundial y que no se reconstruyó.
La última parada era el gran aliciente del viaje para mí. Bremen es una ciudad que no defrauda. Sólo por girar sobre uno mismo 360 grados en la Markplatz (en plan Michael Jackson, pero más despacio, que si no, no ves un carajo), ya merece la pena la visita.
Sí, me gustaron los músicos de Bremen, ¿algún problema?
Pues esta es la historia, una revisita a una de las ciudades más bonitas de Europa, así como otro incremento de mi conocimiento del país de las salchichas, la cerveza y las oportunidades para los ingenieros.